Entro al bar
otro invierno en las trincheras
y me acuerdo,
bayoneta de vidrio,
pelo rosa, vestidos celestes
y punk de 8 bits.
Jugabas a ser rapaz, pequeña,
rapaz, rapaz
pura caricia.
Esa noche incansable, contadas con la mano
pasaste la mano al pelo del diablo
riéndote con esa cara plástica,
que siempre me dio intriga.
Tomamos un par de cervezas
y volví casi ebrio, triste
a mi casa,
acabé de mamarme con los del kiosco de enfrente
y me acosté a dormir, desmayado,
más roto que el vidrio del local,
esperando que me perdonaras.
Alguna peca disfrazada de amistad
nos habrá peleado con el tiempo.
Eso mentiremos, pero la realidad es que no cabíamos
yo y tu ego
en el pequeño espacio de tu cuerpo.
Ahora que tomo cerveza con esta niña de pelo rosa,
versión céramica, rebajada con agua
del veneno sutil de tu mente
(esta tampoco va a acabar bien)
pienso si acaso alguna vez creciste
o si quedaste muñeca
esperando saber
si hubiéramos aguantado el invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario