viernes, 18 de abril de 2014

Sombra

Un ojo rodeado de negro,
pintura como brotes de una planta siniestra,
el otro cerrado apoyado contra la sábana, 
no me observa.
Me levanto así ella
puede vestirse,
hago café.
Ella no lo toma, está apurada,
se tiene que ir.
En su casa, 
la gata negra duerme en su cama
y no le cuenta a sus padres que no volvió anoche.
Se vá,
yo me quedo.
No puedo llamarla, ni escribir,
la molesta.
Hablaremos luego,
cuando Sombra le muerda los pies.

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